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Para alumnos de Historia UNCo
Culturas Indígenas Americanas
América I - Colonial

Responsable de la página: Profesora Carla G. Manara

Sección: Culturas Indígenas Americanas : UNIDAD II

Avances arqueológicos en Río Negro. Bariloche: El Trébol
Domingo 22 de Marzo de 2009, 14:16

Las luces que perforan el verde bloque de bosques perennes se estacionan en una incandescente bruma que flota sobre la laguna El Trébol. El suelo helado se quiebra al paso del grupo que comienza a encaramarse a la base de un cerro de unos 30 metros, en cuya ladera se erizan arbustos y cipreses obstinados, capaces de agrietar la mismísima roca.

A los pies del cerro, entre los árboles, se adivinan los techos, prolijos y sofisticados del barrio que está frente a la laguna azul que, a las diez de la mañana, parece evaporarse. Es apenas detrás de las líneas de las casas y chalets que el grupo, guiado por el arqueólogo Adam Hajduk, se detiene. Y es justo entre el ramerío de guindos y saucos que aparecen, impactantes, una galería de piedra, la boca de una caverna y una excavación rectangular que se hunde hasta devorarse todas las luces de la espléndida mañana cordillerana.

Hajduk certifica que todo esté en orden, espía por encima de sus anteojos y sonríe amplio. "Acá comían el asado con cuero... hace más de 10.000 años", suelta con su particular y justificado acento. Hajduk es inglés pero hijo de polacos, criado y nacionalizado en nuestro país.

El científico es investigador del Conicet y una de las voces respetadas de la arqueología argentina. Desde hace tiempo, este gringo puntilloso y dedicado se pone ancho cada vez que llega al sitio arqueológico El Trébol. Allí, Hajduk y su equipo han rescatado y descifrado algunos de los muchos secretos que guardan los primeros habitantes de Patagonia, y es en la cueva que están abriendo donde se encapsulan las llaves de los enigmas.

A cuatro metros del piso, los investigadores encontraron los restos óseos de un mylodon, una suerte de perezoso gigante que se extinguió hace diez mil años. Los huesos estaban literalmente aprisionados entre los carbones de una fogata de alrededor de un metro de diámetro, donde los primitivos habitantes de la caverna lo asaron, con cuero y todo. El hallazgo de las piezas de mylodon (huesos que estaban debajo de la cerda y el cuero) implica revelaciones tan obvias como trascendentes. El bicho de poderosas garras y vigorosos huesos fue alimento de los hombres que vivieron allí. Junto a él había huesos de un ciervo de gran tamaño -tal vez un tercio más que un huemul - y una variada colección de pequeñas osamentas de roedores, guanacos hasta la de un zorro, que también desapareció. Todo bicho que camina va a parar al asador... en ésta y en aquella época y el fiero mylodon no escapó a la regla.

Hajduk establece el fechado de la extinción en 10.000 años, cuando es muy probable que sea mayor. Ese mínimo es igual significativo: en la Patagonia, la datación humana más antigua es de 12.600 años, en la cueva 3 de Los Toldos, en el cañadón de las manos pintadas de Santa Cruz.

¿Por qué cree que la datación no tiene esa antigüedad?

En la Pampa Húmeda hay fechados de grandes mamíferos de 8.500 años, así que establecimos un promedio. Pero yo tengo una corazonada... -responde. La corazonada es que el sitio sea tanto más antiguo que los de Santa Cruz. Para ello habrá que esperar, por ahora no hay dinero para afrontar los gastos que implica un fechado. No es sencillo hacer investigaciones en la Argentina. El sitio donde asaban perezosos tiene registros arqueológicos desde la década del 50 y en la parte superior hay figuras pintadas con óxido de hierro ¿acaso de la misma roca? Fue en el lugar donde están esas marcas que se inició la excavación.


Sobre la parte más antigua del sitio había capas de ceniza volcánica, otros fogones más recientes y una cantidad de pedazos de instrumentos de piedra, cerámica y herramientas de hueso de los indígenas.

El trabajo, que comenzó con la búsqueda del primer barilochense, se ha extendido y recién se ha excavado el 20%. De hecho, el fogón del mylodon está aún parcialmente cubierto. Hajduk y su equipo no lo dicen, pero saben que están tras las huellas de los primeros hombres que pisaron esta parte del planeta.

Con más ganas que medios

La excavación del sitio El Trébol comenzó en 2002 con más ganas que medios y sobre una zona arrasada por los depredadores. Es que desde hace mucho que se sabe del refugio indígena a partir de las fantásticas pinturas rupestres que el paso del tiempo está decidido a borrar de la piedra. Hajduk, el técnico del Conicet Maximiliano Lezcano y la antropóloga Ana Albornoz se pusieron al frente de un compacto equipo que, por entonces, hacía sus primeras armas en excavaciones arqueológicas. En cuatro primeros meses de 2004, junto a ellos estuvieron la guía de turismo Ana Lara, el ambientalista Sergio Hache, y el estudiante Emanuel Vargas, de 18 años y con la idea concreta de estudiar arqueología. Los tres últimos palearon y tamizaron tierra la mayor parte del tiempo, pero también se adentraron en la excavación que, por ahora, está previsto avance hacia abajo del cerro.

Nadie, salvo los científicos que trabajan para el Conicet, cobró un peso pero todos aportaron. Emanuel terminó el secundario el año pasado. "Esto es increíble, vine después de hacer un curso de antropología con Ana Albornoz y me quedé", dice el chico que hace empanadas en una casa de comidas.

Sergio Hache, de 44 años, es docente y su especialidad es la interpretación ambiental. "Todo lo que le pasa al planeta nos está diciendo algo", explica el hombre que desde hace 21 años vive en Bariloche, su lugar en el mundo. "Yo ayudo, digamos que colaboro y aprendo. Realmente esto ha sido muy enriquecedor", sostiene Hache quien en plena helada asegura que, precisamente en el frío, está el secreto para disimular los años. El alma del grupo que comanda Adam Hajduk es Ana Lara, una apasionada de la investigación que, a la par de su actividad como guía, ha cultivado una sólida formación científica y conoce el dedillo los detalles de pinturas rupestres.

Un refugio estratégico

El sitio arqueológico El Trébol es un abrigo rocoso de unos 22 metros de frente y siete de profundidad máxima, ubicado en la base de un cerro de rocas volcánicas. La superficie cubierta es de unos 110 metros. Su orientación no es casual: la galería de piedra ofrece refugio contra los vientos del oeste, que predominan en el lugar.

Actualmente el sitio se encuentra en una zona semiurbana que a su vez está dentro de un bosque mixto de cipreses y coihues, junto con especies como el radal, maitén, maqui, calafate y parrilla. Durante los últimos 13.000 años el bosque estuvo presente en esta zona, luego de la retirada de los glaciares. Entre los hallazgos se encuentran objetos que evidencian la actividad del hombre, como lascas (deshechos de la fabricación de instrumentos de piedra), un punzón de hueso y restos de los animales que fueron era parte de su dieta: huemul, aves y de un zorro extinto. Todos estos huesos (más algunas espinas de pescados y moluscos del Pacífico) presentan huellas de corte producidas con una herramienta de piedra. El zorro extinto era más grande que el colorado y en ocasiones ha sido confundido con un perro prehispánico. También hay huesos de un ciervo de tamaño mayor que el huemul. Lo más llamativo es la asociación de los restos con huesos dérmicos (algunos quemados), fragmentos de huesos y un diente del mylodon, el perezoso gigante extinguido hace 10.000 años. En el museo de la Patagonia de Bariloche hay dos increíbles muestras del mylodon: un pedazo de cuero con cerda y huesos dérmicos y un bolo de bosta, hallados en el siglo XIX en el sur de Chile (Seno de Ultima Esperanza), y distribuidos a distintos puntos museos sudamericanos. El descubrimiento encendió una pequeña revolución. Por su increíble estado de conservación, se pensó que el bicho aún vivía.

El mylodon superaba los tres metros entre el extremo del rostro y el de la poderosa cola y un metro y medio de altura en la cruz. Su aspecto se asemeja al de un perezoso actual, aunque de contextura mucho más robusta y de hábitos terrestres. Se caracterizaba por la presencia de huesecillos incluidos en su piel (huesos dérmicos u osteodermos), de no más de dos centímetros y semejantes a porotos. Los tenían en número considerable, seguramente fortaleciendo al cuero como protección.

No se sabe con certeza quién mató al Mylodon

Hajduk no se anima a asegurar que el mylodon haya sido cazado por los aborígenes que poblaron el sitio, aún no tiene una prueba de ello. Es más, no descarta que los indios hayan asado ejemplares muertos por las garras de otras bestias.

El mylodon convivió con panteras, tigres dientes de sable, megaterios e hippidion (caballo americano), todos del período cuaternario, extinguidos luego de la última glaciación. Fue precisamente ese fenómeno el que provocó el descenso del nivel de los mares y que las aguas se retiraran del sector que hoy conocemos como Estrecho de Behring, creando un puente terrestre que unió a Asia con América del Norte. Hace unos 30.000 años, los primeros grupos humanos de cazadores-recolectores nómades ingresaban a América del Norte a través de esta vía de comunicación. Avanzaron paulatinamente hacia el sur, en un épico proceso de exploración y ocupación.

El ambiente de la Cordillera Patagónica no siempre fue como el que hoy conocemos. Hace unos 14.000 años, los hielos ocupaban buena parte de la zona de los lagos. En ese momento, hacia el final de la era geológica denominada Pleistoceno, comienza el retroceso de los frentes de glaciar, que culmina hacia el 11.000 y los hielos se restringen a su posición actual. Los 'descendientes' de aquellos humanos alcanzaron el extremo sur de la Patagonia, hace unos 12.000 años. Sus vestigios materiales son mejor conocidos a través de los hallazgos realizados en sitios arqueológicos de la región de Magallanes (Chile). Estos cazadores alcanzaron a conocer a los últimos grandes mamíferos del Pleistoceno, extinguidos en la Patagonia hace unos 10.000 años. Supieron aprovechar como alimento algunos de estos animales, especialmente el caballo, mastodonte y milodonte aunque en esta época y hasta tiempos históricos su principal sustento fue el guanaco y otras especies. Para la obtención de estas presas utilizaban armas arrojadizas con puntas de piedra, denominadas "cola de pescado" por su forma. Adam Hajduk cree que en los rincones a los que todavía no se llegó hay más huesos de los bichos que fueron a asados en el fogón de la cueva.

Fuentes: Rodolfo Chávez, Editorial Rió Negro SA. PaleoArgentina Web.
http://www.grupopaleo.com.ar/paleoargentina/noticias23.htm